jueves, 18 de junio de 2009

Democracia efectiva, no partidocracia

Son de celebrarse ideas como la que vierte Juan Manuel Ortiz en su intervención dentro de el conservador medio de comunicación electrónica Yoinfluyo.com, en la que refiere que “La solución empieza el día de la votación, pero ahí no termina. La democracia no es asunto de un día. Creer eso sería darle crédito a los mitos.”

Sin embargo resulta triste ver posturas como la del mismo columnista antela propuesta de anular el voto, opción por la que yo, como millones de mexicanos, soy partidario. Es cierto que como él mismo menciona, “La solución no consiste en no participar, anular el voto, o pensar que las cosas se solucionarán el día de la votación.” Sin embargo cambia el sentido si se adicionara la palabra “sólo”, es decir: la solución no consiste en no participar, sólo anular el voto o pensar que las cosas se solucionarán el día de la votación.

Es un hecho que no será así, pero no subestime el poder del mensaje que enviaremos los millones de mexicanos que anularemos nuestro voto, no votando por Cantinflas ni invalidándolo por error u omisión, sino concientemente, dejando claro en nuestras boletas cuáles son nuestras exigencias por ejemplo: la posibilidad de la reelección inmediata en el orden municipal, la revocación del mandato, la legislación en torno a formas de democracia directa (presbicito y referéndum), la legislación a favor de una segunda vuelta, la disminución del número de diputados en el Congreso federal y estatales a través de la reducción o desaparición de los “plurinominales” que se han convertido en un lastre que en su tiempo fue no sólo necesario sino urgente para propiciar la pluralidad pero que ahora da pie a la partidocracia que padecemos. Anular el voto es una manifestación civil y pacífica de la inconformidad con la manera como se dan las cosas en el terreno político y cómo se reparten el pastel los partidos.

Es innegable que una manera de cambiar a los partidos, es anulándolos. El que suscribe, como muchos partidarios de esta propuesta, estamos concientes de que esto no pretende ser una medida a tomar en cada elección, sino un medio para expresar la inconformidad de la manera en que los partidos políticos han tejido una partidocracia inmoral en la que hoy por hoy, los beneficios son para pocos y los costos son para muchos. (Al respecto le recomiendo el discurso de Dennise Dresser, mismo que ud. quizá ya conozca: http://www.youtube.com/watch?v=2M0xDorIgn0, y que en palabras de la intelectual resulta "magistral por lo que plantea, pero doloroso por lo que revela"). ¿Cómo, sino a través de este tipo de medidas, activas y muy distintas al abstencionismo tan conformista como la propuesta que suena en distintas voces de "votar por lo que haya", se puede buscar"cambiar" a los partidos?

Dicen algunos que anular el voto, no tiene efectos políticos, que perjudica a la democracia en el largo plazo. Eso significaría que la democracia se reduce exclusivamente al proceso electoral y que votar "por el que sea" aunque ninguno represente una opción real para la ciudadanía, sería favorable para la democracia. Con todo respeto, para quienes detentan tales ideas, pero nada más alejado de la realidad.

El Sr. Pedro Mellado lo deja muy claro en su artículo “Los votos del desprecio” (http://www.mural.com/editoriales/comunidad/484/966343/) en el que hace referencia a que “Sobre una Lista Nominal Electoral que en el país representa a 77 millones 481 mil 874 ciudadanos, una participación del 41.7 por ciento significaría que acudirían a las urnas 32 millones 309 mil 941 personas. El 10 por ciento de votos nulos potenciales en todo el país equivaldría a 3 millones 230 mil 994 sufragios. (…) El voto nulo sería una severísima muestra de rechazo, que obligaría a los partidos políticos y a sus diputados federales a analizar con toda seriedad la necesidad de incluir en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos disposiciones para la realización de una segunda vuelta en los procesos electorales, cuando los sufragios anulados sumen más que los logrados por los candidatos inscritos para la contienda en cuestión.” (Mellado, 2009)

Que quede claro, no se trata de abstenerse de votar, se trata sin lugar a dudas de una expresión ciudadana, de ir a la casilla y anular el voto, Concientemente!

Y repito, la intención es demostrar la inconformidad sobre la manera en que los políticos han convertido lo que debería de ser un proceso de transición y consolidación democrática, en una mera liberalización de la política apegada a los más elementales conceptos de la economía de libre mercado de “oferta” y “demanda”.

No con ello pretendo eximir a la ciudadanía en general de la responsabilidad que tiene de hacer que esto funcione correctamente. Cada quien desde su trinchera tiene que buscar la manera, desde la promoción de la cultura de la legalidad, la búsqueda del bien común, el respeto a la libertad de los demás, etcétera. Algunos han dicho: “pues no anules tu voto y cambia a los partidos”, “organiza a tus vecinos y ve con tu diputado o con el Ayuntamiento”. Muy válido todo ello, sin embargo, ¿por qué no esperar que las cosas funcionen como deben si nuestros “representantes” tienen el Mandato del pueblo de actuar a favor del país anteponiendo los intereses comunes a los personales o de partido? El rechazo es justamente al hecho de que la realidad actual a nivel de quienes detentan la “representatividad” dista mucho de atender el interés y el bienestar de la mayoría. Ante eso, quedarse cruzado de brazos o conformarse a “votar por el menos peor” resulta desde mi punto de vista, inmoral.

¿No se siente usted agraviado al ver las barbaridades que se aprueban en el Congreso?, ¿Los sueldos y las prestaciones que se auto-asignan los “representantes del pueblo”? ¿La forma en que negocian burdamente con los poderes fácticos de este país, principalmente los medios de comunicación? ¿El chiquero en el que convierten las campañas políticas carentes de propuesta y abundantes en calumnias y reprobaciones a los adversarios políticos? ¿No tiene, seamos honestos, la sensación de que las alternativas se reducen a votar por “el menos peor”? ¿No le da asco la forma en que muchos de ellos hablan en campaña de hacer y deshacer cosas que no está ni siquiera en el nivel de sus atribuciones como funcionarios, llevar a cabo? ¿No lo indigna ver cómo en otros países, como sucedió recientemente en Reino Unido, los más mínimos escándalos de corrupción o falta de transparencia conducen efectivamente a la renuncia de los funcionarios implicados mientras que aquí hasta ganan popularidad con ese tipo de medidas y lo peor, dentro de un sistema lo ampara de facto y en la mayoría de las ocasiones, también de jure?

Sólo si hacemos las preguntas correctas podremos obtener las respuestas correctas.

No digo que tenga que ser una constante la de anular el voto, pero sí confío en que pueda ser, decía Vladimir Ilihch, una chispa capaz de encender la llama de una verdadera democracia representativa, no del circo de tres pistas que hoy presenciamos en el que parecemos todos resignados a que la del 2012 sea “La elección de los guapos”(no me sorprendería que tal como están las cosas, el debate presidencial para entonces, lo vayan a moderar Marco Antonio Regil y Maribel Guardia)

Como dijo François de la Rochefoucauld: “La libre comunicación de los pensamientos y las opiniones es uno de los derechos más preciados por el hombre.”

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